27.8.11

Troya



Al día siguiente montamos a caballo
para visitar el lugar del combate:

estaba desierto
y las aves de rapiña
cumplían su obra;

sólo algunos carros
cruzaban el campo
lentamente,
cargados de cadáveres,

dirigiéndose a unas zanjas
                   largas
            y profundas

donde desaparecían juntos
                   vencidos
            y vencedores.


(Testimonio de Théodore Lacordaire acerca de
la batalla de La Tablada, 22 de junio de 1829.)

Fin del mundo



En el fondo
de un bar de Constitución
un hombre
sigue sin mirar el pan al lado suyo,
no ha tocado aun la sopa
y lee con paciencia
un libro pesado,
de inconfundible letra grande.

Allí
se encuentra escrito
inexorablemente
el fin del mundo.

Mientras lee
el hombre siente
una mano sobre su hombro;

entonces
escucha la voz,
la inconfundible voz,
pero no se da vuelta:

“No temas, soy yo,
el primero y el último,
el que vive.”

2010.


5.6.11

Apocalipsis


A Jorge Luis

No queda nadie en el mundo.
Cuando el último libro fue quemado (ese libro del que se nos prohibió decir el nombre), aparecieron los cuatro jinetes. Nadie, salvo aquellos de nuestros líderes que habían podido leer el libro, entendió.
Ahora todos los demás seres han muerto. Aún no entiendo por qué quedé con vida.
Cada día, leo un poco más del único ejemplar que se salvó del fuego, intentando comprender.


Este microcuento surgió a partir de una variación del cuento "Sola y su alma" (Alone with Her Soul), de Thomas Bailey Aldrich, que sin duda ha llegado a ser muy conocido a partir de la Antología de la literatura fantástica (1940) de Borges, Bioy y Silvina Ocampo. Por eso la dedicatoria: la filiación borgeana del cuento es innegable.


24.3.11

Postal de un jueves



iluminadores y técnicos
trepan a los andamios
ajustan parlantes
corren cables
montan la parafernalia
de otra protesta contra la inseguridad

de pronto
uno de ellos advierte
la llegada

puntuales como las agujas del reloj
constantes como un árbol en la tormenta
ahí están para hacer su ceremonia
su marcha callada

no convocaron a nadie
y la gente las sigue

hasta hay algunos turistas
que se llegaron a la plaza
para sacarle fotos
y de los iluminadores
los técnicos
y la protesta de hoy a la tarde
por un rato
nadie se acuerda

Agosto de 2007.


Durante tres años, fui todos los jueves a cursar un Programa de capacitación en el microcentro porteño. El primer año salía del Instituto, pasaba por Plaza de Mayo y me tomaba la línea E del subte hacia la Facultad. Y todos los jueves veía cómo aparecían ahí ellas, y se ponían a dar vueltas por la Plaza. A veces me quedaba un rato largo mirándolas. Escribí este poema en uno de esos jueves, en medio de un clima en el que otro sector de la sociedad (que supo callarse durante muchos años) clamaba sordamente por más seguridad.
Hoy, a 35 años del último golpe, me acordé de ese poema y decidí publicarlo en el blog.