En el fondo
de un bar de Constitución
un hombre
sigue sin mirar el pan al lado suyo,
no ha tocado aun la sopa
y lee con paciencia
un libro pesado,
de inconfundible letra grande.
Allí
se encuentra escrito
inexorablemente
el fin del mundo.
Mientras lee
el hombre siente
una mano sobre su hombro;
entonces
escucha la voz,
la inconfundible voz,
pero no se da vuelta:
“No temas, soy yo,
el primero y el último,
el que vive.”
2010.
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