27.8.11

Troya



Al día siguiente montamos a caballo
para visitar el lugar del combate:

estaba desierto
y las aves de rapiña
cumplían su obra;

sólo algunos carros
cruzaban el campo
lentamente,
cargados de cadáveres,

dirigiéndose a unas zanjas
                   largas
            y profundas

donde desaparecían juntos
                   vencidos
            y vencedores.


(Testimonio de Théodore Lacordaire acerca de
la batalla de La Tablada, 22 de junio de 1829.)

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