28.6.08

Ecuación animal

 
A la tarde es cuando vienen,
bandadas de gorriones
y cuervos de un azul oscurísimo.
Picotean siempre sobre el mismo espacio,
como si un círculo imaginario
les hubiera sido asignado.

Por lo general no se molestan,
indiferentes a la existencia del otro.

Hasta que un gorrión se rezaga
y los cuervos, como ante una señal convenida,
levantan vuelo
y aletean en torno a él por un segundo:
ni siquiera llega a verse la sangre.

Los demás gorriones quedan inmóviles:
sólo vuelven a picotear cuando todo ha terminado.

¿Será por miedo a arriesgarse
o porque comprenden la irremediable suerte
que correrán algún día?
 

Sahumancia

Un viejo poema del 2006, inspirado en algo sucedido hace muchos años.


No te vi al entrar,
cegado como estaba
por las luces.

Vos
eras la sombra que avanzó
            –¿desde qué lago,
            desde qué lecho?–
para tomarme del brazo.

        La voz te delató.

Algo se abría
            –un resonar metálico,
            un zumbido opaco–
al terminar cada palabra,
en el borde mismo
de la frase.

        ¿Cuántos muros de incienso quemamos
        en puentes de ceniza?